miércoles, 25 de febrero de 2015

LUCHA VILLA -(Muzart 1828)

Carrera Junín en sentido norte sur a principios de la década de 1950. A la derecha esquina de Boyaca con Junin. Edificio Fabricato.

Fotógrafo: Gabriel Carvajal Pérez

© Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina


De parte de Quién? (Federico Méndez) (02:26)
Que por que me voy? (D A R) (02:37)
Grítenme piedras del campo (Cuco Sánchez) (02:54)
Aléjate, despídete y olvídame (Federico Méndez) (02:52)
...Y Tu no estábas (J Bautista - B Cepero) (02:06)
Caballo viejo (Simón Díaz) (02:49)
Una semana de tu vida (Rubén Fuentes) (02:30)
Los Abedules (Herrero - Armenteros) (02:28)
Pero hombre amigo (Pascual Barraza) (02:26)

Despedida (Simón Díaz) (02:27)





GRITENME PIEDRAS DEL CAMPO


DE PARTE DE QUIEN


CABALLO VIEJO


Lucha Villa, una diva entre nosotros
Alejada de los escenarios, la mujer que tantas alegrías regaló a los mexicanos vive su retiro involuntario en esta ciudad desde hace 17 años. A veces se deja ver en algún cine o restaurante, entonces nos obsequia lecciones de entereza y el anhelo de escucharla otra vez.

SLP DOM 30 NOVIEMBRE 2014 3:00
J. Carlos Gutiérrez / Pulso

Mientras las nubes galopan en su prado azulado, ella se entera de las últimas noticias del mundo: eternas luchas de poder, matanzas, corrupción. Entonces hojea otra sección del diario de hoy y busca “Eufemios” que compongan el motor del cine en los encabezados de la prensa de espectáculos o “Caponeras” que pongan la piel chinita con su canto alegre en programas de TV.

En ese firmamento artístico donde se brilla desigual, Lucha Villa encuentra destellos de talento, pero ninguno se asemeja al suyo. Hace tiempo que dejó de preocuparle su regreso, pero eso no significa que no exija calidad en el arte.

A las afueras de la capital, una casa de campo rodeada de árboles y arbustos bien podados, con chimenea y muros de piedra, la resguarda. Es un buen lugar para ser y estar. En las paredes y rincones de la casa hay suvenires de su primavera: óleos, esculturas, discos de vinilo, cosas que recuerdan que todo arte que se hace en la vida debe ser precioso, pues el mundo está loco y olvida fácilmente, y lo único cuerdo y perenne está en el arte. Ella misma es arte. Ella puso el ejemplo.


Hace tiempo que su nombre dejó de lucir en marquesinas de teatros, cines y palenques, pero Lucha Villa aún es lucero del alba y es parte de nosotros, los potosinos novedosos que ni siquiera conocemos nuestras propias canciones y de aquellos que la vieron entregar su alma en cada escenario. No vive absorta de lo que nos rodea, de los baches de la ciudad, de la cartelera del cine, de la comida de hoy. Solo que su mundo es más íntimo.

Un giro en su impecable carrera artística la hizo alejarse de esa vida de viajes, actuaciones y entrevistas, pero ahora, Lucha Villa disfruta a su familia, que sacrificó tantas veces para enarbolar la cultura nacional con su voz ronca y sensual. Ella posee el inconseguible don de revertir las trampas del destino.

DE SAN MIGUEL TOPILEJO A SAN LUIS

El sol de otoño apenas se cuela por el ventanal, iluminando tímidamente el interior de su habitación. Sobre una mesita flanqueada de sillas de madera fina hay portarretratos de plata con rostros de infantes. Las paredes son de un verde pistache que contrasta con la madera tallada de la recámara king size que la arrulla cada noche. En la pared principal hay tres cuadros con fotografías que Gabriel Figueroa le obsequió. En una de esas fotos están los ojos enamorados de María Félix, que parecen cuidar a la Diva.

Mientras pinta en óleo, Lucha ve a través del ventanal a los jardineros dándole otra tonalidad al césped, al viejo labrador que la cuidaba en sus noches sin sueño y que ahora solo roba calor al piso; presta atención a la suave caída de las primeras víctimas de otoño -que no superan la cantidad de canciones que grabó a largo de 37 años de carrera en la música vernácula- y se acuerda de los árboles que le daban sombra cuando cantaba de niña en el pueblo de Santa Rosalía, municipio de Ciudad Camargo, Chihuahua.

Su residencia, en San Miguel Topilejo también tenía árboles y una hilera de cipreses que rompían el viento que le llegaba a la fachada. Desde ese ambiente provinciano en los linderos del Distrito Federal podía verse la Vía Láctea, plateada y chispeante. La casona entera era de adobe, con techos soportados por vigas de madera. El color de los bloques de adobe contrastaba con el azul índigo de los marcos de las ventanas y como las haciendas de antaño, la residencia de Lucha tenía un patio central colmado de helechos y palmillas protegidas por un domo de cristal.

Aún sin su dueña habitándola, sus hijos mantuvieron la casa durante 15 años mientras buscaban fórmulas que devolvieran a Lucha al firmamento, donde resplandecía con intensidad de Venus, pero no hubo pista de despegue para semejante astro.

Hace dos años, Rosy y sus hermanos fueron a la casa de su madre y desmontaron los cuadros, los muebles, sus galácticos vestidos que aún estaban perfumados desde la última vez que los usó y que parecían aguardar su retorno.

Sus Arieles, Heraldos y sus Diosas de Plata, su fina vajilla y sus doce Discos de Oro, los álbumes de fotos con personajes como Cuco Sánchez, Lola Beltrán, Pedro Vargas y otros tan resplandecientes como ella fueron puestos en cajas y traídos a San Luis Potosí, y las encapsularon en una bodega de la casa de campo donde ahora vive. Aún con la certeza de que Lucha está a gusto en la casa de su hija, bajo su cuidado, fue difícil para sus hijos entregar las llaves del inmueble a su nuevo propietario, quien conservó el mural de la sala que tanto le gustaba a la artista.

De esa casa salió una mañana de agosto del 97. Un vuelo con destino a Monterrey, Nuevo León esperaba a Lucha, que en su andar por el aeropuerto Internacional de la Ciudad de México saludaba y obsequiaba autógrafos a viajeros y viajeras que le conocían por las canciones que José Alfredo o Juan Gabriel le escribieron especialmente para ella, o por su actuación en películas como “El lugar sin límites”, “Lagunilla, mi barrio” y “Lolo”, que son ya clásicos del cine mexicano.

En los foros de una televisora le aguardaba una telenovela, pero una liposucción mal practicada, principalmente en la anestesia, la puso en coma temporal causándole varias alteraciones psicomotrices y la voz de Lucha -que erizó la piel del mismo Gabriel García Márquez- fue eclipsada por ese dictador benevolente llamado destino.

Entonces otro avión despegó a Cuba. El gobierno de Fidel Castro -a cuya isla habían llegado sus películas y sus canciones- la atendió en el mejor de sus hospitales, el Centro Internacional de Restauración Neurológica, donde Lucha recuperó una buena parte de sus funciones motrices y neurológicas.

Nada hizo más elegante que levantarse de sus caídas y estaba segura que podría recuperarse de ésta. Era fuerte, poseía el espíritu incansable de la gente del norte, donde la tierra exige y no da frutos silvestres, pero esta vez era diferente, y su recuperación se ha llevado más de diecisiete años.

Cuando no es el verdugo llamado tiempo, que nos quitó entonces a Tom Jobim, a Mercedes Sosa, a José Alfredo y tantos genios de los que andamos justos, es el infortunio el que pone a otros genios como Gustavo Cerati a dormir en sueño etéreo, el que le arrebata la voz a Saúl Hernández y la gloria artística a Lucha Villa.

pulsoslp.com.mx

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