miércoles, 13 de octubre de 2010

PEDRO VARGAS - Brisa Tropical


Damas en lago. Medellin.


L A D O 1
• EL AMOR DE MI BOHIO Julio Brito con Orq. de Alfredo Brito
- ACURRUCADITA Julio Brito con Orq. de Alfredo Brito
- LUNA DE MIEL Ernesto Domínguez con lo Lira  San Cristóbal
• MAÑANITA DE SOL  Juan B. Torraza con Orq. E. González Manticci
• TROPICANA  Alfredo Brito con Orq. de Alfredo Brito
• VEREDA TROPICAL  Gonzalo Curiel  con Orq. Havana Riverside

LADO 2
- BENDITA PALABRA  Agustín Lara con Orquesta
• SUPLICA DE AMOR  Osvaldo Farrés con Orq. E. González Manticci
- CUANDO TE ACUERDES DE MI  Julio Brito con Orq. de Alfredo Brito
• AMOR CARIBE  Margarita Lecuona  con Orq. E. González Manticci
- QUE TE VAYA BIEN  Federico Baena con Orq. L González Manticci
• BRISA TROPICAL  Cora Sánchez Agramonte con con Orq. de Alfredo Brito





EL AMOR DE MI BOHIO


BRISA TROPICAL


QUE TE VAYA BIEN



Los años comprendidos entre 1940 y 1950 fueron de apogeo para la canción romántica.

Se impuso en una época definitivamente, el ritmo suave enamorado, de las canciones producidas en México y en Cuba.


Fueron los años de gloria del bolero Un tipo de canción que puso en retirada a cuantos bailes interesaban entonces, y que hacían suspirar a las muchachas quinceañeras y poner sus ojos en blanco mientras se balanceaban voluptuosamente en los brazos del novio, del esposo o del amante y adormecían su oído las deliciosas palabras de las canciones en boga.

“Acurrucadita así…”

“Vereda Tropical” de Gonzalo Curiel y “El Amor de mi Bohío” que no fue presentado propiamente como bolero sino como “canción guajira” pero que como bolero lo bailaba todo el mundo, fueron los temas, que impusieron el genero, definitivamente. Y la voz de Pedro Vargas, ídolo absoluto de las juventudes, marcaba las palabras las dejaba caer como sin ganas, discretamente saboreándolas a veces para hacer mis ferviente el fuego y más clara la insinuación.

“Quiero que cuando te acuerdes, te acuerde» de mi…”

Canción con olor a rosas de ventana serenatera Con color de “rouge” coqueto y timidón de ese querer y no querer de los dulces 16 años. Con la vivida expresión del juego de las manos en la semipenumbra de los cines en donde, también, naturalmente, los boleros eran hospedes inamovibles, ya fuera des¬de la pantalla, incorporados a la película misma o en los intermedios, cuando hacían oír su voz los parlantes oficiales del establecimiento

A esos años venturosos, que la pólvora de los cañones enturbó en una etapa la cual, sin embargo, no alcanzo a callar el tenue sollozo de los boleros, pertenecen las canciones que vienen con este nuevo álbum de recuerdos.

Y Pedro Vargas, más que de esa época, es esa época.

La identifica Le da voz. La hace presencia física.

“Ay corazón, ya no sufras mas…”

Cuba era un paraíso de canciones, de bailes y de hermosas mujeres.

México comenzaba a abrir al mundo las rosas de Xochimilco y se bañaban en sus fuentes para hacerse más limpios y decidores los boleros.

Buenos Aires archivaba un poco sus tangos y se entre¬gaba, como una hembra apasionada, a Vargas, a Ortiz Tirado y a Juan Arvizu.

Pedro Vargas nació en San Miguel de Allende. San Miguel de Allende es un pueblo colonial todo lleno de blancos y de rojos. Eran trece en su casa. Y se disgregaron con motivo de la revolución que dejo a sus padres sin ni siquiera el ranchito de Las Liebres que luego él, ya en plena gloria, adquirió nuevamente para conservar ese recuerdo de su niñez apacible, de sus vagos atardeceres de evocación y de aquellos días lejanos en que cantaba como acólito.
Quiso ser torero. Y llegó a actuar en algunas becerradas apoyado por el gran diestro Pepe Ortiz.

El maestro Alejandro Cuevas lo recomendó a la em¬presa del teatro Iris para que le dieran unos papeles operáticos. Y los cantó “Caballería Rusticana” y “El Barbero de Sevilla”.
Lerdo de Tejada lo llevó a los Estados Unidos con su orquesta típica. Ganaba 10 dólares diarios. Pedro Vargas, como cantante de ese grupo. Ello animó a tres de los más célebres compositores de entonces. Mario Talavera, Tata Nacho y Esparza Oteo a contratarlo para que estrenara sus producciones.

Sin embargo fue una canción hoy olvidada, y un compositor que nunca llegó a tener la trascendencia continental de los nombrados, los que influyeron definitivamente en su consagración
Fue cuando cantó en un concurso convocado para lanzar el nombre de un nuevo artista de cine, el vals “Andy Harring” que firmó Carlos Espinosa de los Monteros y que ganó el primer premio.

Ya estaba Lara. Agustín Lara, en la palestra, y Lara también le encargó el estreno de sus mejores canciones.

Y vivía la XEW su etapa de triunfos constantes. Y actuar en esa emisora significaba consagrarse, ni más ni menos.

Después la historia de Pedro Vargas se confunde con la historia de la canción popular americana.

Esa devoción por el bolero. La difusión de las composiciones “laristicas”. Los viajes de Pedro Vargas por todo el continente, gravando, en cada país lo mejor de los mejores compo¬sitores que se sentían definitivamente pagados con el hacho de que el tenor de las Américas interpretara sus canciones.

Todo eso nos recuerda en este disco doce boleros que corresponden a la época de apogeo de Pedro Vargas.

“Amor, bendita palabra…”

Y dos cuerpos apretándose en la ilusión del beso prometido.

Y una media luz que invita y que tienta.

Y un romance que nace cuando caen las palabras y las notas dulzarronas comprometen y hacen tibio el recuerdo.

Y después, el juramento el beso y el adiós.

Canciones que son punto de constantes añoranzas y la voz que les dio vida, en ese mismo momento. En esos mismos discos que testimoniaron la hora del si, y la presencia del amor juvenil, que descolorido y todo, nunca pudo borrarse.

Selección y Notas HERNAN RESTREPO D.

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